Tuesday, June 23, 2015

Panama





PANAMA 





 


Para llegar a las Islas de San Blas en Panamá navegué en un velero por casi tres días. El viaje fue a veces difícil ya que el cuerpo no está acostumbrado al va y ven de las olas y al movimiento constante del bote. Muchos de los tripulantes solo durmieron los primeros dos días para evitar los mareos y náuseas. Era más fácil de esa forma. Yo también dormité mucho, increíblemente te llega el sueño aunque no creas tenerlo, el cuerpo aprovechó de pasarme la cuenta después de cinco meses de trajín. Fueron unos días de mucho silencio, descanso y relajo. El velero en que nos fuimos tenía un área común donde todos podíamos sentarnos cómodamente, estirase o simplemente echarse a descansar y esperar a que llegáramos a nuestro destino. Ahí arriba también tomábamos nuestras comidas y nos reuníamos a socializar. Abajo estaba la cocina y casi 5 áreas o dormitorio muy pequeños. Digo cinco porque una de la cama estaba en el pasillo y no era una habitación. El barco parecía pequeño pero estaba remodelado en una forma muy ingeniosa y el espacio era aprovechado muy bien. Siete viajeros mas tres trabajadoras y el capitán compartimos en el velero siete días de viaje, diversión, buenas y honestas conversaciones. Pasamos horas y horas juntos, en espacios reducidos, casi unos encima de otros. Siete días sin que nos ducháramos. Siete días de aceptación y tolerancia. 







Mientras navegábamos tuvimos mucho tiempo para reflexionar y recordar nuestras vivencias. Ahí me di cuenta que dejar Colombia no era fácil para mí. Aquí voy a confesar que siempre desde que era una niña he tenido una fascinación con los colombianos. Me encanta muchísimo su acento creo que es el más sensual de todo latino América. Me gusta también demasiado su manera de comunicarse, lo libre y expresivo que son. Me deleito en verles y oírles. Creo que tienen mucha personalidad y seguridad en sí mismos. Además su calidez siempre me ha atraído mucho. Su color de piel y la pasión con que viven. Entonces después de haber estado allí finalmente con ellos, de escucharles y disfrútales, de aprender de su forma de ser, de ver cuán genuinos y comunicativos es que son... Después de haber bailado con ellos... Se me hizo inmensamente difícil dejar Colombia. Me fui definitivamente con gusto a poco. Tenía expectativas, quería más. Deseaba una experiencia única, como en ningún otro país. De alguna u otra forma creo que la tuve... En Colombia hice fiesta. Bailé casi sin límites, carretié hasta las tantas y me dejé seducir. Pero quería... Quiero más. Nada pasó, nada que valga la pena contar. Pero Colombia me cautivó. 


 




Después de tres noches y dos días de navegación continua llegamos a las islas de San Blas. En el mar abierto nunca vi aguas tan azules. Un azul marino hermoso y único. Creo que siempre recordaré ese color tan especial. En la primera parada (el tercer día) estuvimos anclados un día entero. Pudimos entonces saltar al mar, hacer snorkeling, kayaking y tomar un baño de agua salada después de dos días de sudor. En el mar hayamos peces de distintos tipos y colores y disfrutamos de una vista maravillosa privilegiada. Jugamos a las cartas y empezamos a conocernos ya que los primeros dos días fueron muy silenciosos. En la tarde, antes de cenar, un amigo del capitán (otro capitán de un velero turístico) nos visitó con su perro y su ayudante. Tote y su perro Sancho eran muy simpáticos y el chico parecía tener una muy buena voluntad. Bueno en unos de esos arrebatos de confianza (venía de Colombia man!) me arriesgué y lo invité a bailar bachata en proa del velero. Creo que bailamos unos 15 minutos. Mientras bailábamos nos conocimos un poco, disfrutamos la música, el atardecer, el momento único y diferente. Al mismo tiempo tratábamos de mantenernos balanceados, peleando con el mover del velero y sacando a Sancho quien se cruzaba por nuestros pies y no nos dejaba bailar. Creo que el perro se sentía celoso por su amo. Fue una experiencia única y súper genial. La brisa, el mar, la música, el baile y el ambiente en general hicieron que la ocasión fuera inolvidable. Nunca había bailado en un velero con el atardecer a mi lado, al medio del Caribe, en Panamá... Al medio de la nada, en el mar abierto con un extraño que acababa de conocer, cantando y tarareando canciones de Romeo Santos. Oh cuanto amo bailar. Soy otra. Me libero. No fue seducción, fue amistad. 

 





Los siguientes tres días estuvimos parados en la isla Chichime la cual es la isla más grande de San Blas. Cuando tocamos tierra después de cuatro días, encontramos a unos hombres pintando y arreglando una lancha a las orillas del mar. Tenían también un parlante con música latina muy fuerte. Fue espectacular llegar al son de la salsa y ver esa isla paradisiaca incomparable y bellísima. Qué gran recibimiento. 


 



El Capitán del velero era un personaje totalmente peculiar. Un hombre colombiano de más de setenta años, 
que se levantaba con su cerveza en mano, disfrutaba de un buen vino chileno al almuerzo y se acostaba con un ron con cola. Pelo y barba blanca, un tostado intenso por tantas horas al sol, arrugas definidas, delgado a los huesos pero con una panza hinchada por el alcohol, cojo de nacimiento y picaron con las chicas. Mañoso, gruñón, cómico, divertido y frustrante a veces. El hombre tenía muy poco temperamento, se le agotaba la paciencia rápidamente. Se enojaba fácilmente si las cosas no se hacían a su forma lo que provocaba que gritara órdenes como loco. Mandaba a la chicas del staff a veces de una forma dura y hasta irrespetuoso lo que me ponía nerviosa y me hacia querer ponerlo en su lugar. Yo nunca podría trabajar para una persona así. Yo era la única pasajera que hablaba español y por eso entendía todas sus indirectas y retos hacia las chicas. Los otros sólo podían percibir su expresión corporal y obviamente escuchar sus gritos. Pero para ser justa el viejito también era simpático, dadivoso, picaron, y le gustaba conversar mucho. Era directo y vivido. Decía las cosas tal y como son. Creo que eso me llevo a sincerarme mucho con él. Tuvimos conversaciones en castellano muy profundas con él y las chicas del team, de esas que solo se pueden tener en la lengua latina. Me dio consejos y me dijo que no me había visto sonreír tanto como cuando estaba bailando bachata en la punta del bote. Que abrazara y aprovechará el hecho de que era latina, que bailara y me soltara mas. Que no fuera tan seria y rígida y que me dejara llevar cuando las oportunidades se dieran. Que me lanzará a la vida jaja.
Así con él y el resto de la tripulación disfrutamos de las islas de San Blas. Fueron unos días espectaculares de descanso. 









Panamá City

Recorrí la exuberante ciudad de Panamá en cuatro días. Una ciudad totalmente distinta a las otras en centro América con edificios altísimos y con unas ganas de ser una de esas ciudades en el western world.





Saturday, June 20, 2015

En Cartagena de Indias perdí dos muelas, carretié y me enamoré de laonda de la cuidad.



Colombia 









 En Cartagena de Indias perdí dos muelas, carretié y me enamoré de la onda de la cuidad. 

Llegué a Cartagena desde Lima. Hice el check in en el aeropuerto de Lima a las 4am así que esa noche no dormí. Primero para ahorrarme el hostal y segundo para asegurarme de estar a tiempo para mi vuelo. Me encanta estar en los aeropuertos, tienen algo, ese no sé qué. Me hacen sentir motivada, contenta, como que tienen una vibra que me hace sentir bien.  Me ilusionan. Aparte de mis mochilas, traía conmigo un dolor inmenso de muela. Tomé unas pastillas pero no hacían nada. Tan pronto como me senté en el avión pedí medicamentos nuevamente para calmar el dolor. El azafato me dio unas pastillas para el dolor pero no parecían tener ningún efecto así que pedí whisky para anestesiar la encía. Me sentía incomoda, con dolor. Fui afortunada de tener las dos asientos al lado mío sin pasajeros así que tenía suficiente espacio para acomodarme y dormir pero no podía por el dolor! Me acurruqué en los asientos con mi sorbo de whisky en la boca. Retuve allí el licor por unos buenos minutos haciendo que la encía y la muela remojaran hasta quedar un poco anestesiadas cambiando la dosis de vez en cuando ya que el alcohol se mezclaba con la saliva y así era menos efectivo para mi dolor. Traté de dormir pero solo lo logré por unos minutos. El vuelo era corto, creo que fueron solo tres horas. Escala en Panamá City y luego Cartagena. En el segundo avión que solo tardo una hora también pedí algún calmante pero no tenían, nuevamente me dieron whisky pero ya el dolor no respondía a su efecto. Así que llegué al aeropuerto con un sufrimiento terrible de mi muela. No aguantaba. 





 


Salí de allí y pregunté  como llegar al barrio  Getsemani donde me iba a quedar. Los taxis son siempre una buena opción pero me gusta ahorrar y también experimentar un nuevo lugar en todas las formas posibles. El transporte público cubre los dos puntos. Estaba entonces parada en la calle afuera del pequeño aeropuerto de Cartagena preguntando que tomar con mi mochila de 20 kilos al hombro y la pequeña en el pecho. Taxistas tocaban sus bocinas, moto-taxis también llegaban a ofrecer sus servicios pero pronto me di cuenta que la micro pasaba bastante y que solo era un dólar. Y eso hice. Sin saber donde bajarme o si la micro era la correcta, me remonte de todas formas, arriesgando todo solo para vivir la experiencia, adrenalina en todos lados. Sudé por el calor increíble del lugar y también por el poco de miedo que llevaba conmigo. Subirse a un bus público con las mochilas siempre es un reto pero uno interesante. La gente obviamente te mira, haces eye-contact, una oportunidad para sonreír y aprender. Esos son los mejores chances para conocer gente local, ellos de por si quieren asistir y conocer de dónde eres, de dónde vienes y a dónde vas. Y así fue, ellos me dirigieron para así yo poder llegar a mi destino. Por los parlantes del bus se escuchaba a Los Adolescentes cantando ´amores como el nuestro´ una salsa antigua que conocía así que me puse a cantar bajito y disfruté el desafío. Pregunté nuevamente donde bajarme y caminé unos 10 minutos hasta llegar al hostal. Mucha gente cree que Colombia es peligrosa y que a los turistas los secuestran, para mí fue acogedora desde el primer momento. El calor era tremendo, ya no sudaba de miedo y la gente parecía disfrutar mucho.
El dolor de muela seguía, el cansancio ahora era más duro. Dormité unas horas y luego salí a descubrir Cartagena de Indias y el Barrio Getsemaní. 

  





El primer lugar que encontré después de comprar algo para comer y tomar en la calle fue La Plaza de la Trinidad. Un lugar único. Un punto de encuentro en el centro del barrio Getsemaní con mucho ambiente, buena música y gente linda. En la plaza de La Trinidad conocí a muchas personas especialmente colombianas en los 10 días que estuve allí. Getsemaní es un barrio turístico donde hay muchos hostales, restoranes, agencias de turismo y almacenes de esquina. Hay bastantes turistas pero lo lindo es que se combinan muy bien con los locales del lugar. En la plaza puedes encontrar gente de todas partes del mundo y también tener el placer de conocer a los adorables costeños. Hay oportunidades de conversar con una cerveza en mano, escuchar música en vivo para todos los gustos dependiendo del día, puedes comer comida rápida típica, bailar y ver bailar a grupos callejeros además de socializar en un ambiente muy muy cómodo y rico. Cada día tienes la oportunidad de apreciar una performance distinta. Por ejemplo puedes alegrarte con grupos de jazz o música clásica, latina o rock, DJs tocando música electrónica o grupos locales bailando rap callejero. También tuve el gusto de ver una obra de teatro y de bailar un tipo de Zumba/Body-Jam class en medio de la plaza. Los niños juegan al futbol alrededor de la gente mientras las mamás hacen ejercicios o/y los papás disfrutan del espectáculo. Como sea serás entretenido. Si no es un show preparado, son los borrachitos que quieren alegrarte de alguna forma, lo bueno es que no hay muchos. Se pasa muy bien en la Trinidad. Ahí conocí a un grupo de colombianos universitarios los cuales  eventualmente me invitaron a la universidad a un evento de libros, con un show de hip hop en vivo y la oportunidad de recorrer la U, disfrutar la atmósfera de los estudiantes y divertirme con un grupo de gente muy exquisita. También me llevaron  a conocer el muelle, comer comida típica y por supuesto a bailar a un bar del cual me enganché mucho 'La Caponera'. Hice otras amistades pero esta fue la más memorable. Los chicos fueron muy buena onda conmigo. Me enseñaron modismos, me hicieron sentir parte de su grupo, me llevaron a comer arepas un tipo de empanada que es hecha de masa frita de harina de maíz rellena con carne y huevo, salsas y condimentos entre otras cosas que compartimos. Fue lindo el tiempo que pasé con Angela, Jo y los demás chicos. No había tenido el chance de conocer a tantos locales como lo pude hacer aquí en Colombia. Ellos también me regalón esa gorra verde que llevo puesta en la foto como recuerdo de nuestro encuentro. La gorra dice 'Univesidad de Cartagena'. 





















                   


El dolor de muela siguió molestándome el segundo día. No podía ver el lugar cómodamente, el calor era sofocante pero la molestia de mi muela era insoportable. Salí a caminar temprano como lo suelo hacer siempre pero me sentía horrible, creo que era una combinación de dolor, frustración, calor y cansancio. Busqué un dentista y terminé perdiendo dos muelas. Una de las muelas era la del juicio que estaba ayudando de cierta forma a sostener la muela débil. La otra estaba completamente sensible, el más simple toquecito la hacía gritar. De acuerdo al dentista no tenía hueso lo que hacía que no tuviera firmeza y estabilidad. Una opción era hacerme un tratamiento de conducto pero igualmente la muela quizás no iba a tener salvación. Las saqué. Quedé con un hoyo en mi boca y uno pequeño también en mi corazón. 

Después de haberme sacado las muelas pude disfrutar más de la ciudad, apreciar los edificios, la gente y también del agua helada. 

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Me sentí segura y admirada en muchos rincones de Cartagena.  Caminé por todos lados tomándome horas recorriendo, solo observando y descubriendo y nunca sentí temor o me vi en alguna situación de incomodidad. Aparte de las veces en las que ciertos hombres casi que me hablaban en el oído para tírame un piropo siendo eso lo más riesgoso que experimenté. 
Los hombres en Colombia desde mi punto de vista son cálidos, atrevidos, confianzudos, sexys y piropean bastante. Algunas veces se pasan con sus palabras o con la manera de expresarse cruzando la línea imaginaria de tu espacio personal y el sentido común. Pero al mismo tiempo la otra parte puede hacer que el autoestima de una chica se eleve. Las miradas, las sonrisas, las palabras típicas de conquista ayudan al espíritu de una chica. Hacen que se sienta bien. Disfruté mucho la atención que recibí. Quizás una atención superficial pero rica de alguna forma. 
Siempre me ha fascinado el acento colombiano. Es delicioso, suena como suave y dulce. En los chicos suena seductor y sensual. Qué delicia! 
Para ser honesta siempre he deseado tener un novio colombiano, son tiernos y atrevidos al mismo tiempo. Aún no ha llegado esa bendición. Desde que era chica me han llamado mucho la atención, creo que me empecé a interesar en ellos cuando veía telenovelas en mi niñez. La forma en que sonríen, se expresan y hablan me vuelve un poquito loca jjaja. Tenía muchas expectativas cuando pise Colombia por esa razón. Quería mucho.







Las chicas colombianas son bellísimas y se visten muy bien. Tienen varios estilos pero siempre impecable. La mayoría salen muy arregladas a las calles, con tenidas elegantes, coloridas y a la moda. Como turista y viajera no tengo muchas opciones en mi mochila... Hago lo que se puede... me tengo que poner siempre la misma ropa. Fue un placer si ver el estilo de moda de las chicas en las calles de Cartagena. 





Lo que más me gusto de Colombia son sus calles. Las calles de Colombia están llenas de vida, la gente sonríe, tienen sabor, te hablan aunque no te conozcan, te hacen parte del ambiente. Puedes escuchar música caribeña-latina en todas partes lo que inevitablemente te hace mover y disfrutar. Te alegra. Te hace reír. Los colores de los puestos, casas y locales comerciales son fosforescentes, luminosos y fuertes, vibrantes. Además hay bares al aire libre obviamente con salsa a alto volumen. La música es increíble. Me encanta muchísimo esa característica del país. A parte de todos estos aspectos que identifican a las calles colombianas debo admitir también que hay mucha basura en todas partes lo que hace que la chispa y la belleza del lugar se opaquen un poquito. 





 

En Colombia vacilé mucho. Salí a bailar cuatro veces en mis 12 días de estadía. Todas las veces fui al mismo lugar a ‘La Caponera’. No había salido en ninguno de los países cubierto en el viaje hasta ese entonces, por muchas razones pero para nombrar algunas: cansancio, falta de ganas, por el hecho de ahorrar y porque planee el viaje no para que se me soltaran las trenzas… aunque si se me hubiese presentado una buena oportunidad, algo que valiera la pena, las hubiese deshecho con gusto. Pero disfrute tanto el bailar. Bailé demasiado y fue fantástico. Casi solo salsa y un poco de champeta un ritmo costeño típico de Cartagena. No puedo explicar con palabras lo bello que se siente estar allí en Cartagena de Indias, en el cárabe, bailando salsa con un colombiano. Casi todos se mueven suavecito, te hablan al oído y te tratan de engrupir. Uno se deja y después te das cuenta que todos utilizan las mismas frases, las mismas palabras de conquista. Es un poco chistoso y patético darte cuenta que los chicos dicen lo mismo cuando quieren atraerte. Típico que te dicen ‘no sé lo que me has hecho pero me gustas mucho’ o ‘te puedo decir que eres muy linda’ o lo mas cliché y no puedo creer que aun usan ‘tus ojos son tan lindos’. Creo que falta creatividad en el ámbito del cortejo, nos hemos quedado en lo básico y en lo aburrido. En lo rápido. Quería mucho de Colombia, tenía muchas ganas de conocer a alguien especial, tenía grandes expectativas. No paso nada. No obstante bailé muchísimo y fue verdaderamente fabuloso. Lo pase tan bien, mi corazón se sentía exquisito, quería que cada canción durara por siempre, fuera con quien fuera que estuviera bailando. Bailé, bailé y me gocé y disfruté, me sentí linda, observada y me gusto. 











No es un adiós, si no un hasta prontico amada Colombia.