PANAMA


Para llegar a las Islas de San Blas en Panamá navegué en un velero por casi tres días. El viaje fue a veces difícil ya que el cuerpo no está acostumbrado al va y ven de las olas y al movimiento constante del bote. Muchos de los tripulantes solo durmieron los primeros dos días para evitar los mareos y náuseas. Era más fácil de esa forma. Yo también dormité mucho, increíblemente te llega el sueño aunque no creas tenerlo, el cuerpo aprovechó de pasarme la cuenta después de cinco meses de trajín. Fueron unos días de mucho silencio, descanso y relajo. El velero en que nos fuimos tenía un área común donde todos podíamos sentarnos cómodamente, estirase o simplemente echarse a descansar y esperar a que llegáramos a nuestro destino. Ahí arriba también tomábamos nuestras comidas y nos reuníamos a socializar. Abajo estaba la cocina y casi 5 áreas o dormitorio muy pequeños. Digo cinco porque una de la cama estaba en el pasillo y no era una habitación. El barco parecía pequeño pero estaba remodelado en una forma muy ingeniosa y el espacio era aprovechado muy bien. Siete viajeros mas tres trabajadoras y el capitán compartimos en el velero siete días de viaje, diversión, buenas y honestas conversaciones. Pasamos horas y horas juntos, en espacios reducidos, casi unos encima de otros. Siete días sin que nos ducháramos. Siete días de aceptación y tolerancia.


Mientras navegábamos tuvimos mucho tiempo para reflexionar y recordar nuestras
vivencias. Ahí me di cuenta que dejar Colombia no era fácil para mí. Aquí voy a
confesar que siempre desde que era una niña he tenido una fascinación con los
colombianos. Me encanta muchísimo su acento creo que es el más sensual de todo
latino América. Me gusta también demasiado su manera de comunicarse, lo libre y
expresivo que son. Me deleito en verles y oírles. Creo que tienen mucha
personalidad y seguridad en sí mismos. Además su calidez siempre me ha atraído
mucho. Su color de piel y la pasión con que viven. Entonces después de haber
estado allí finalmente con ellos, de escucharles y disfrútales, de aprender de
su forma de ser, de ver cuán genuinos y comunicativos es que son... Después de
haber bailado con ellos... Se me hizo inmensamente difícil dejar Colombia. Me
fui definitivamente con gusto a poco. Tenía expectativas, quería más. Deseaba una
experiencia única, como en ningún otro país. De alguna u otra forma creo que la
tuve... En Colombia hice fiesta. Bailé casi sin límites, carretié hasta las
tantas y me dejé seducir. Pero quería... Quiero más. Nada pasó, nada que valga
la pena contar. Pero Colombia me cautivó.



Después de tres noches y dos días de navegación continua llegamos a las islas de San Blas. En el mar abierto nunca vi aguas tan azules. Un azul marino hermoso y único. Creo que siempre recordaré ese color tan especial. En la primera parada (el tercer día) estuvimos anclados un día entero. Pudimos entonces saltar al mar, hacer snorkeling, kayaking y tomar un baño de agua salada después de dos días de sudor. En el mar hayamos peces de distintos tipos y colores y disfrutamos de una vista maravillosa privilegiada. Jugamos a las cartas y empezamos a conocernos ya que los primeros dos días fueron muy silenciosos. En la tarde, antes de cenar, un amigo del capitán (otro capitán de un velero turístico) nos visitó con su perro y su ayudante. Tote y su perro Sancho eran muy simpáticos y el chico parecía tener una muy buena voluntad. Bueno en unos de esos arrebatos de confianza (venía de Colombia man!) me arriesgué y lo invité a bailar bachata en proa del velero. Creo que bailamos unos 15 minutos. Mientras bailábamos nos conocimos un poco, disfrutamos la música, el atardecer, el momento único y diferente. Al mismo tiempo tratábamos de mantenernos balanceados, peleando con el mover del velero y sacando a Sancho quien se cruzaba por nuestros pies y no nos dejaba bailar. Creo que el perro se sentía celoso por su amo. Fue una experiencia única y súper genial. La brisa, el mar, la música, el baile y el ambiente en general hicieron que la ocasión fuera inolvidable. Nunca había bailado en un velero con el atardecer a mi lado, al medio del Caribe, en Panamá... Al medio de la nada, en el mar abierto con un extraño que acababa de conocer, cantando y tarareando canciones de Romeo Santos. Oh cuanto amo bailar. Soy otra. Me libero. No fue seducción, fue amistad.



Los siguientes tres días estuvimos parados en la isla Chichime la cual es la isla más grande de San Blas. Cuando tocamos tierra después de cuatro días, encontramos a unos hombres pintando y arreglando una lancha a las orillas del mar. Tenían también un parlante con música latina muy fuerte. Fue espectacular llegar al son de la salsa y ver esa isla paradisiaca incomparable y bellísima. Qué gran recibimiento.



El Capitán del velero era un personaje totalmente peculiar. Un hombre colombiano de más de setenta años,
que se levantaba con su cerveza en mano,
disfrutaba de un buen vino chileno al almuerzo y se acostaba con un ron con
cola. Pelo y barba blanca, un tostado intenso por tantas horas al sol, arrugas
definidas, delgado a los huesos pero con una panza hinchada por el alcohol,
cojo de nacimiento y picaron con las chicas. Mañoso, gruñón, cómico, divertido
y frustrante a veces. El hombre tenía muy poco temperamento, se le agotaba la
paciencia rápidamente. Se enojaba fácilmente si las cosas no se hacían a su
forma lo que provocaba que gritara órdenes como loco. Mandaba a la chicas del
staff a veces de una forma dura y hasta irrespetuoso lo que me ponía nerviosa y
me hacia querer ponerlo en su lugar. Yo nunca podría trabajar para una persona
así. Yo era la única pasajera que hablaba español y por eso entendía todas sus
indirectas y retos hacia las chicas. Los otros sólo podían percibir su
expresión corporal y obviamente escuchar sus gritos. Pero para ser justa el
viejito también era simpático, dadivoso, picaron, y le gustaba conversar mucho.
Era directo y vivido. Decía las cosas tal y como son. Creo que eso me llevo a
sincerarme mucho con él. Tuvimos conversaciones en castellano muy profundas con
él y las chicas del team, de esas que solo se pueden tener en la lengua latina.
Me dio consejos y me dijo que no me había visto sonreír tanto como cuando
estaba bailando bachata en la punta del bote. Que abrazara y aprovechará el
hecho de que era latina, que bailara y me soltara mas. Que no fuera tan seria y
rígida y que me dejara llevar cuando las oportunidades se dieran. Que me
lanzará a la vida jaja.
Así con él y el resto de la tripulación disfrutamos de las islas de San Blas. Fueron unos días espectaculares de descanso.
Así con él y el resto de la tripulación disfrutamos de las islas de San Blas. Fueron unos días espectaculares de descanso.



Panamá City
Recorrí la exuberante ciudad de Panamá en cuatro días. Una ciudad totalmente distinta a las otras en centro América con edificios altísimos y con unas ganas de ser una de esas ciudades en el western world.

